En la madrugada del sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron corno muertos. El ángel habló a las mujeres: -«Vosotras, no temáis; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado, No está aquí. Ha resucitado, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacia e id aprisa a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis." Mirad, os lo he anunciado.» Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discipulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: -«Alegraos.» Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: -«No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.»
Palabra del Señor.
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