BIENVENIDOS

Espero contribuir con los aportes personales y los de Uds. en la lucha diaria contra el desconocimiento de DIOS y todo lo relacionado a ÉL. Es importante que desde este medio podamos ayudar a mucha gente que está desinformada y equivocada. Ayudemos a la Familia que se encuentra atacada en al actualidad desde diversos medios. Con la Ayuda de DIOS la inspiración del ESPIRITÚ SANTO y las enseñanzas de JESÚS empezamos colaborando con un granito de arena.

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sábado, 24 de abril de 2010

Vosotros sois la luz del mundo Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 13-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»


Palabra del Señor.

Yo doy la vida eterna a mis ovejas Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 27-30

En aquel tiempo, dijo Jesús: - «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.»

Palabra del Señor.

¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 60-69

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oirlo, dijeron: -«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?» Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: - «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.» Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: - «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: - «¿También vosotros queréis marcharos?» Simón Pedro le contestó: - «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»

Palabra del Señor.

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 52-59

En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí: - «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Entonces Jesús les dijo: - «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.» Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.

Palabra del Señor.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo Lectura del santo evangelio según san Juan 6,44-51

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: - «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios." Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

Palabra del Señor.

Ésta es la voluntad del Padre: que todo el que ve al Hijo tenga vida eterna Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 35-40

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: - «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre:'que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.»

Palabra del Señor.

No fue Moisés, sino que es mi Padre el que da el verdadero pan del cielo Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 30-35

En aquel tiempo, dijo la gente a Jesús: - «¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo."» Jesús les replicó: - «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.» Entonces le dijeron: - «Señor, danos siempre de este pan.» Jesús les contestó: - «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»


Palabra del Señor.

Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna Lectura del santo evangelio según san Juan 6,22-29

Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el lago. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del lago notó que allí no habla habido más que una lancha y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos. Entretanto, unas lanchas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan sobre el que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: - «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?» Jesús les contestó: - «Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.» Ellos le preguntaron: - «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?» Respondió Jesús: - «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.»

Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 1-14

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberiades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: - «Me voy a pescar.» Ellos contestan: - «Vamos también nosotros contigo.» Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: - «Muchachos, ¿tenéis pescado?» Ellos contestaron: - «No.» Él les dice: - «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. » La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: - «Es el Señor.» Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: - «Traed de los peces que acabáis de coger.» Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: - «Vamos, almorzad,» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.


Palabra del Señor.

Vieron a Jesús caminando sobre el lago Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 16-21

Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al lago, embarcaron y empezaron a atravesar hacia Cafárnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado unos cinco o seis kilómetros, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el lago, y se asustaron. Pero él les dijo: - «Soy yo, no temáis.» Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio a donde iban.


Palabra del Señor

jueves, 15 de abril de 2010

Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron. Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: -«¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?» Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer, Felipe le contestó: - «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.» Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: - «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?» Jesús dijo: - «Decid a la gente que se siente en el suelo.» Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: -«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.» Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: - «Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.» Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.






Palabra del Señor.

El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 31-36

El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica la veracidad de Dios. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.






Palabra del Señor.

Dios mandó su Hijo para que el mundo se salve por él Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 16-21

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.






Palabra del Señor.

Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 5a. 7b-l 5

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: -«Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.» Nicodemo le preguntó: - «¿Cómo puede suceder eso?» Le contestó Jesús: - « Y tú, el maestro de Israel, ¿no lo entiendes? Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.»






Palabra del Señor.

lunes, 12 de abril de 2010

El que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios Lectura del santo evangelio según san Juan 3,1-8

Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Éste fue a ver a Jesús de noche y le dijo: - «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él.» Jesús le contestó: - «Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.» Nicodemo le pregunta: - «¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer? » Jesús le contestó: - «Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: "Tenéis que nacer de nuevo"; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.»






Palabra del Señor.

A los ocho días, llegó Jesús Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: - «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegria al ver al Señor. Jesús repitió: - «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. » Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: - «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: - «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: - «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: - «Paz a vosotros.» Luego dijo a Tomás: - «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: - «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: - «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.» Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.






Palabra del Señor.

Id al mundo entero y proclamad el Evangelio Lectura del santo evangelio según san Marcos 16, 9-15

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: - «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.»


Palabra del Señor.

Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 1-14

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: - «Me voy a pescar.» Ellos contestan: - «Vamos también nosotros contigo.» Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: - «Muchachos, ¿tenéis pescado?» Ellos contestaron: - «No.» Él les dice: - «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: - «Es el Señor.» Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: - «Traed de los peces que acabáis de coger.» Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: - «Vamos, almorzad.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.






Palabra del Señor.

Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 35-48

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: - «Paz a vosotros.» Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: - «¿Por qué os alarmáis;" ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.» Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: - «¿Tenéis ahí algo de comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: - «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.» Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: - «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»






Palabra del Señor.

Lo reconocieron al partir el pan Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 13-35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: - «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?» Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: - «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» Él les preguntó: - «¿Qué?» Ellos le contestaron: - «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.» Entonces Jesús les dijo: - «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: - «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída,» Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: - «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: - «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.» Y ellos contaron lo que les habla pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.






Palabra del Señor.

He visto al Señor Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 11-18

En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llo-rando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: - «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les contesta: - «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.» Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: - «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?» Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: - «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.» Jesús le dice: - «¡María!» Ella se vuelve y le dice: - «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!» Jesús le dice: - «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."» María Magdalena fue y anunció a los discípulos: - «He visto al Señor y ha dicho esto.»






Palabra del Señor.

Comunicad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán Lectura del santo evangelio según san Mateo 28, 8-15

En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del .,sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: - «Alegraos.» Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: - «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.» Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: - «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.» Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.






Palabra del Señor.

Él había de resucitar de entre los muertos Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: - «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. » Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le hablan cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.






Palabra del Señor.

Ha resucitado y ya por delante de vosotros a Galilea Lectura del santo evangelio según san Mateo 28, 1-10

En la madrugada del sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron corno muertos. El ángel habló a las mujeres: -«Vosotras, no temáis; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado, No está aquí. Ha resucitado, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacia e id aprisa a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis." Mirad, os lo he anunciado.» Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discipulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: -«Alegraos.» Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: -«No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.»






Palabra del Señor.

Prendieron a Jesús y lo ataron Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan18, 1-19, 42

Prendieron a Jesús y lo ataron C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del to-rrente Cedrón, donde habla un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a me-nudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelan-tó y les dijo: + - «¿A quién buscáis?» C. Le contestaron: S. - «A Jesús, el Nazareno.» C. Les dijo Jesús: + - «Yo soy.» C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles:«Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez: + - «¿A quién buscáis?» C. Ellos dijeron: S. - «A Jesús, el Nazareno.» C. Jesús contestó: + - «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mi, dejad marchar a éstos.» C. Y así se cumplió lo que habla dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.» Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: + - «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?» Llevaron a Jesús primero a Anás C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judios prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que habla dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.» Simón Pedro y otro discípulo seguian a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacia de portera dijo entonces a Pedro: S. - «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?» C. Él dijo: S. - «No lo soy.» C. Los criados y los guardias hablan encendido un brasero, porque hacia frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó: + - «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.» C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo: S. - «¿Así contestas al sumo sacerdote?» C. Jesús respondió: + - «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?» C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote. ¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron: S. - «¿No eres tú también de sus discípulos?» C. Él lo negó, diciendo: S. - «No lo soy.» C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo: S. - «¿No te he visto yo con él en el huerto?» C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo. Mi reino no es de este mundo C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo: S. - «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?» C. Le contestaron: S. - «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.» C. Pilato les dijo: S. - «Lleváoslo vosotros y juzgadIo según vuestra ley.» C. Los judíos le dijeron: S. - «No estamos autorizados para dar muerte a nadie.» C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muer-te iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: S. - «¿Eres tú el rey de los judíos?» C. Jesús le contestó: + - «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mi?» C. Pilato replicó: S. - «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?» C. Jesús le contestó: + - «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.» C. Pilato le dijo: S. - «Conque, ¿tú eres rey?» C. Jesús le contestó: + - «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.» C. Pilato le dijo: «Y, ¿qué es la verdad?» C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo: S. - «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?» C. Volvieron a gritar: S. - «A ése no, a Barrabás.» C. El tal Barrabás era un bandido. ¡Salve, rey de los judíos! C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían: S. - «¡Salve, rey de los judíos!» C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo: S. - «Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.» C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: S. - «Aquí lo tenéis. » C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: S. - «¡Crucifícalo, crucifícalo!» C. Pilato les dijo: S. - «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.» C. Los judíos le contestaron: S. - «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.» C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asusto aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús: S. - «¿De dónde eres tú?» C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo: S. - «¿A mi no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?» C. Jesús le contestó: + - «No tendrías ninguna autoridad sobre mi, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.» ¡Fuera, fuera; crucifícalo! C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: S. - «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.» C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el dia de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: S. - «Aquí tenéis a vuestro rey.» C. Ellos gritaron: S. - «¡Fuera, fuera; crucifícalo!» C. Pilato les dijo: S. - «¿A vuestro rey voy a crucificar?» C. Contestaron los sumos sacerdotes: S. - «No tenemos más rey que al César.» C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Lo crucificaron, y con él a otros dos C. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.» Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: S. - «No escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos."» C. Pilato les contestó: S. - «Lo escrito, escrito está.» Se repartieron mis ropas C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: S. - «No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca. » C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica.» Esto hicieron los soldados. Ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, Maria, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discipulo que tanto quería, dijo a su madre: + - «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» C. Luego, dijo al discípulo: + - «Ahí tienes a tu madre.» C. Y desde aquella hora, el discipulo la recibió en su casa. Está cumplido C. Después de esto, sabiendo Jesús que todo habla llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: + - «Tengo sed.» C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: + - «Está cumplido.» C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Todos se arrodillan, y se hace una pausa. Y al punto salió sangre y agua C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran, Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que hablan crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya habla muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.» Vendaron todo el cuerpo de Jesús, con los aromas C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nícodemo, el que habla ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.






Palabra del Señor.

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido Lectura del santo-evangelio según san Lucas 4,16-21

En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mi, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor.» Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y sé sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: - «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.»






Palabra del Señor.

El Hijo del hombre se va, como está escrito; pero, ¡ay del que va a entregarlo! Lectura del santo evangelio según san Mateo 26, 14-25

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: - «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?» Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: - «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?» Él contestó: - «ld a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."» Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: - «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.» Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: - «¿Soy yo acaso, Señor?» Él respondió: - «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.» Entonces preguntó judas, el que lo iba a entregar: - «¿Soy yo acaso, Maestro?» Él respondió: - «Tú lo has dicho.»






Palabra del Señor.

Uno de vosotros me va a entregar.. No cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces Lectura del santo evangelio según san Juan 13, 21-33. 36-38

En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: - «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.» Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, el que Jesús tanto amaba, estaba reclinado a la mesa junto a su pecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: - «Señor, ¿quién es?» Le contestó Jesús: - «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado.» Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: - «Lo que tienes que hacer hazlo en seguida.» Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió, dijo Jesús: - «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: "Donde yo voy, vosotros no podéis ir"» Simón Pedro le dijo: - «Señor, ¿a dónde vas?» Jesús le respondió: - «Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde.» Pedro replicó: - «Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti.» Jesús le contestó: - «¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.»






Palabra del Señor.

Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura Lectura del santo evangelio según san Juan 12,1-11

Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres? .» Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando. Jesús dijo: - «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis.» Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.






Palabra del Señor.

He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer Lectura del santo evangelio según san Lucas 22,14-23,56

C. Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo: + - «He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer, hasta que se cumpla en el reino de Dios.» C. Y, tomando una copa, pronunció la acción de gracias y dijo: + - «Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios.» Haced esto en memoria mía C. Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: + - «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.» C. Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo: + - «Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros.» ¡Ay de ése que entrega al Hijo del hombre! «Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa. Porque el Hijo del hombre se va, según lo establecido; pero, ¡ay de ése que lo entrega!» C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso. Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve C. Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía ser tenido como el primero. Jesús les dijo: + - «Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre vosotros pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve. Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve. Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os transmito el reino como me lo transmitió mi Padre a mí: comeréis y beberéis a mi mesa en mi reino, y os sentaréis en tronos para regir a las doce tribus de Israel.» Tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos C. Y añadió: + - «Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos.» C. Él le contesto: S. -«Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.» C. Jesús le replicó: + - «Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado conocerme.» Tiene que cumplirse en mí lo que está escrito C. Y dijo a todos: + - «Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?» C. Contestaron: S. - «Nada.» C. Él añadió: + - «Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la alforja; y el que no tiene espada, que venda su manto y compre una. Porque os aseguro que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito: Fue contado con los malhechores." Lo que se refiere a mí toca a su fin.» C. Ellos dijeron: S. - «Señor, aquí hay dos espadas.» C. Él les contesto: + - «Basta.» En medio de su angustia, oraba con más insistencia C. Y salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo: + - «Orad, para no caer en la tentación.» C . Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba, diciendo: + - «Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.» C - Y se le apareció un ángel del cielo, que lo animaba. En medio de su angustia, oraba con más insistencia. Y le bajaba hasta el suelo un sudor como de gotas de sangre. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la pena, y les dijo: + - «¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación.» Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre? C. Todavía estaba hablando, cuando aparece gente; y los guiaba el llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús. Jesús le dijo: + - «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?» C. Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron: S. - «Señor, ¿herimos con la espada?» C. Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Jesús intervino, diciendo: + - «Dejadlo, basta.» C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él: + - «¿Habéis salido con espadas y palos, como a caza de un bandido? A diario estaba en el templo con vosotros, y no me echasteis mano. Pero ésta es vuestra hora: la del poder de las tinieblas.» Pedro, saliendo afuera, lloró amargamente C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor, y Pedro se sentó entre ellos. Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se lo quedó mirando y dijo: S. - «También éste estaba con él.» C. Pero él lo negó, diciendo: S. - «No lo conozco, mujer.» C. Poco después lo vio otro y le dijo: S. - «Tú también eres uno de ellos.» C. Pedro replicó: S. - «Hombre, no lo soy.» C. Pasada cosa de una hora, otro insistía: S. - «Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo.» C. Pedro contestó: S. - «Hombre, no sé de qué me hablas.» C. Y, estaba todavía hablando, cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente. Haz de profeta; ¿quién te ha pegado? C. Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, dándole golpes. Y, tapándole la cara, le preguntaban: S. - «Haz de profeta; ¿quién te ha pegado?» C. Y proferían contra él otros muchos insultos. Lo hicieron comparecer ante su Sanedrín C. Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y escribas, y, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le dijeron: S. - «Si tú eres el Mesías, dínoslo.» C. Él les contesto: + - «Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto, no me vais a responder. Desde ahora, el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso.» C. Dijeron todos: S. - «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?» C. Él les contestó: + - «Vosotros lo decís, yo lo soy.» C. Ellos dijeron: S. - «¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.» C. Se levantó toda la asamblea, y llevaron a Jesús a presencia de Pilato. No encuentro ninguna culpa en este hombre C. Y se pusieron a acusarlo, diciendo: S. - «Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey.» C. Pilato preguntó a Jesús: S. - «¿Eres tú el rey de los judíos?» C. Él le contestó: +, - «Tú lo dices.» C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: S. - «No encuentro ninguna culpa en este hombre.» C. Ellos insistían con más fuerza, diciendo: S. - «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.» C. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y, al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días. Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra. Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal. Pilato entregó a Jesús a su arbitrio C. Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo: S. - «Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.» C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa, diciendo: S. - «¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.» C. A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio. Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando: S. - «¡Crucifícalo, crucifícalo!» C. Él les dijo por tercera vez: S. - «Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.» C. Ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío. Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio. Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús. Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: + - «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: "Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado." Entonces empezarán a decirles a los montes: "Desplomaos sobre nosotros", y a las colinas: "Sepultadnos"; porque, si así tratan al leño verde, ¿qué pasara con el seco?» C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él. Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen C. Y, cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: + - «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.» C. Y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte. Éste es el rey de los judíos C. El pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas, diciendo: S - «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.» C. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: S. - «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.» C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.» Hoy estarás conmigo en el paraíso C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: S. - «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.» C. Pero el otro le increpaba: S. - «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.» C Y decía: S. - «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.» C. Jesús le respondió: + - «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.» Padre,a tus manos encomiendo mi espíritu C. Era ya eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: + - «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.» C. Y, dicho esto, expiró. Todos se arrodillan, y se hace una pausa C. El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios, diciendo: S. - «Realmente, este hombre era justo.» C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvía dándose golpes de pecho. Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando. José colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro excavado C. Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no había votado a favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de Arimatea, pueblo de Judea, y que aguardaba el reino de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el día de la Preparación y rayaba el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el sepulcro y cómo colocaban su cuerpo. A la vuelta, prepararon aromas y ungüentos. Y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.






Palabra del Señor.

Para reunir a los hijos de Dios dispersos Lectura del santo evangelio según san Juan 11,45-57

En aquél tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: - «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación.» Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: _ «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera.» Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: - «¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?» Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.

Intentaron detenerlo, pero se les escabulló de las manos Lectura del santo evangelio según san Juan 10,31-42

En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él les replicó: - «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?» Los judíos le contestaron: - «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios.» Jesús les replicó: - «¿No está escrito en vuestra ley: "Yo os digo: Sois dioses"? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.» Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: - «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad.» Y muchos creyeron en él allí.

Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba Maria. El ángel, entrando en su presencia, dijo: -«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. » Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: -«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel: -«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» El ángel le contestó: -«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» María contestó: -«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra. » Y la dejó el ángel.

Si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres Lectura del santo evangelio según san Juan 8, 31-42

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: - «Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.» Le replicaron: - «Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: "Seréis libres"~» Jesús les contestó: -«Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace Ubres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque no dais cabida a mis palabras. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre.» Ellos replicaron: -«Nuestro padre es Abrahán.» Jesús les dijo: - «Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre.» Le replicaron: - «Nosotros no somos hijos de prostitutas; tenemos un solo padre: Dios.» Jesús les contestó: - «Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y aquí estoy. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió.»

Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy Lectura del santo evangelio según san Juan 8, 21-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: - «Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros.» Y los judíos comentaban: - «¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: "Donde yo voy no podéis venir vosotros"?» Y él continuaba: - «Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis por vuestros pecados: pues, si no creéis que yo SOY, moriréis por vuestros pecados.» Ellos le decían: -«¿Quién eres tú?» Jesús les contestó: - «Ante todo, eso mismo que os estoy diciendo. Podría de-cir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me envió es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él.» Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y entonces dijo Jesús: «Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada.» Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.

jueves, 25 de marzo de 2010

Acusaciones iNFUNDADAS de ex-miembros contra los santos‏

Los Fundadores han tenido que padecer con frecuencia una tribulación cuyo precedente se encuentra en las mismas páginas del Evangelio: la defección de alguno de sus hijos espirituales. Se podrían citar numerosos ejemplos sobre este particular, que constituye un antiguo fenómeno en la vida de la Iglesia y de las fundaciones eclesiásticas. Baste con recordar las famosas cartas de san Bernardo a los monjes que abandonaban el monasterio.

A lo largo de la historia de la Iglesia no ha sido extraño que alguno de esos hombres y mujeres se haya convertido, con el tiempo, en un detractor de sus antiguos Fundadores o de las Instituciones a las que pertenecieron.
Recordemos a continuación algunos ejemplos entresacados de las vidas de santa Teresa, de san Franciso de Sales y san Josemaría Escrivá.

Canonizada por toda la ciudad

Entre las mujeres que habían esperado con impaciencia la llegada de santa Teresa a Sevilla en el año 1575, para ingresar en el Carmelo como novicias, había una, cuyo nombre silenciarían más tarde las carmelitas por caridad, que era, en palabras de la Santa -que guardaba sus reservas sobre ella-, "una gran beata que estaba ya canonizada por toda la ciudad".
"Era la pobre -en palabras de la Priora de Sevilla- mucho más santa en su opinión que en la del pueblo, y como en entrando le faltaron las alabanzas y comenzó el toque de la religión a hacer su oficio de descubrir los quilates que habían en lo que ella parecía tanto relucir, hallóse sin nada y comenzóse a descontentar y nosotras mucho más de ella, porque jamás hubo remedio a hacerla acomodar a casa de religión y por ser ya mujer de cuarenta años, de grande autoridad y sabía dar a cada cosa su salida: unas veces se excusaba con que era enferma, y así ni quería comer de nuestras comidas, sacando que cada cosa era enferma e hinchaba, que pudiera leer a Galeno; otras decía que la costumbre y gran calor de la tierra la excusaba.
Nuestra Madre, pareciéndola que el tiempo la iría enmendando, y por no la apretar, mandaba la sobrellevásemos y daba licencia que a veces se confesase y hablase con los clérigos sus conocidos" ..
Además de lo que señala la Priora, el comportamiento de aquella mujer dentro del convento era bastante extraño; por ejemplo, entre otras rarezas y caprichos, solía presentarse intespestivamente cuando veía que alguna novicia hablaba con la Santa en su habitación...
Tiempo después esta mujer abandonó el Carmelo,furiosa porque había comprobado que aquel género de vida era superior a sus fuerzas y descargó su rencor de modo tristemente tópico: denunció a la Santa ante la Inquisición y un día llamaron a la puerta del convento, entre un tropel de gentes, los jueces y los esribanos, mientras unos alguaciles hacían guardia ante las puertas.
Comenzaron los interrogatorios previos, en los que se acusaba a las carmelitas de seguir los principios de los alumbrados. Hay que hacer notar que por aquel entonces, esa acusación era gravísima; y más aún en una mujer como santa Teresa, cuyos escritos ya habían sido denunciados a la Inquisición y de cuyos éxtasis se hablaba por toda Castilla.
Se acusó a la Santa de que las monjas se confesaban con ella. Fue entonces cuando Teresa de Jesús comprendió quién era su acusadora y el motivo de aquellas intromisiones furtivas en su habitación.
Se acusó a las carmelitas de realizar unas "ceremonias" o "ritos sospechosos". La verdad de tales "ritos" consistía en que, como las monjas no tenían velos suficientes para presentarse en el locutorio, se los pasaban de unas a otras. Ese obligado intercambio de velos era "la ceremonia" sospechosa de herejía.
El rencor es imaginativo; y como después de comulgar las carmelitas solían ponerse en la sombra, de cara a la pared, para la acción de gracias, porque la reja del locutorio estaba en un patio abrasado por el sol, aquella mujer creyó ver allí un nuevo "rito" peligrosísimo. Llegó a asegurar que se ataban unas a otras de pies y manos; y que se flagelaban mutuamente. "Dios quiso que no hayan dicho más", comentó la Priora, María de San José.
No fructificó aquella añagaza por falta de pruebas. "Pero la situación -comenta Auclair siguió siendo grave, pues la suspensión del proceso sólo significaba que faltaban pruebas, y la Inquisición se esforzaba siempre en obtenerlas"-.

Una carta falsa
Si en el caso de santa Teresa hemos perdido el rastro del nombre de la acusadora, en el de san Francisco de Sales contamos al menos con su apellido. Difamó al Santo una tal Belot, sobrina de un Secretario de Estado que no gozaba, según el sentir general, de una reputación muy cualificada .
La señora Belot le había pedido a san Francisco de Sales la posibilidad de vivir durante un tiempo en el convento de la Visitación para cambiar de vida.
San Francisco de Sales tuvo varias conversaciones con ella y parecía que realmente había cambiado de disposiciones. Pero, poco tiempo después, aunque tanto san Francisco como santa Juana de Chantal, Superiora del convento, hicieron todo lo posible por ayudarla, se comportó de manera parecida a la de la novicia carmelitana, y, al igual que ella, abandonó primero el convento y a continuación sus propósitos de vida recta.
A continuación dio sobrados motivos de escándalo en la pequeña ciudad de Annecy, y se convirtió en la amante de uno de los caballeros del séquito del duque de Nemours. Al principio san Francisco hizo todo lo posible por reconducir a aquella mujer hacia Dios de un modo discreto. Pero todo fue en vano. Y a la vista de la dimensión que iba cobrando el escándalo, juzgó prudente recriminar el hecho en público.
Despechado, el amante de la Belot consiguió apoderarse de una carta de san Francisco, copió su letra y escribió una carta falsificada en la que el Obispo le pedía excusas a la Belot y le decía en secreto "su verdaderos sentimientos".
Luego urdieron una pequeña comedia: ella y su amante fingieron un enfado y el amante iba enseñando a todo el mundo, con un supuesto despecho, la carta falsa que había sido el origen de aquel distanciamiento amoroso. Henry-Coüannier relata el hecho con el lenguaje un tanto decimonónico pero expresivo:
"El duque de Nemours acabó por enterarse del increíble rumor y quiso ver la carta. Él había recibido muchas del Obispo, comparó ésta con aquéllas y no podía creer lo que veían sus ojos. A M. de Foras, gran amigo de Francisco, le preguntó: `¿Por qué pasa el Obispo de Ginebra?´ `Por santo.´ `Pues desengañaos.´ M. de Foras se negó en absoluto a dar fe a aquel papel; llevólo al Obispo, que lo leyó tranquilamente y apenas pareció sorprenderse. Él tenía por principio que en las calumnias es bueno justificarse, porque se debe este homenaje a la verdad, pero si la acusación se sostiene, hay que oponer la indiferencia y el silencio. Declaró, pues, que él no era el autor de aquella carta. Se admiró de que hubieran imitado tan bien su escritura, devolvió el billete a su amigo y no se preocupó más por ello" .
La historia se complicó más tarde con un desafío a duelo que no tuvo lugar y con numerosas murmuraciones por la ciudad sobre la vida de las monjas, que acabaron reflejadas toscamente en un cartel puesto sobre la entrada del convento: "Serrallo del Obispo de Ginebra."
La Superiora del convento, santa Juana Francisca de Chantal, indignada, quiso acudir a los tribunales. Pero san Francisco se negó. Se supo luego que el autor de la inscripción era un abogado de la ciudad, llamado Pellet "que no perdonaba malediciencia alguna" contra san Francisco.
Un día se encontró con el Santo, que le saludó afectuosamente y le dijo: "Vos me queréis mal y procuráis por todos los medios ennegrecer mi reputación; no es menester que me deis excusas, porque lo sé muy bien y estoy muy seguro de ello. De todos modos, ya lo veis, si me hubierais estropeado o arrancado un ojo, yo no dejaría de miraros amorosamente con el otro".
Del mismo modo se comportó el Santo con la Belot y con una de las hijas del abogado Pellet, que entró años más tarde como religiosa en la Visitación. Se repitió de nuevo la actitud humilde y generosa de san José de Calasanz y de tantos otros santos con sus detractores.

Reescribiendo la historia

Estas contradicciones no son "un fenómeno raro en la historia de la Iglesia -precisaba el Siervo de Dios Alvaro del Portillo-: muchos santos han sido, en su tiempo y lugar `signo de contradicción´, empezando por el Maestro, el propio Cristo; y lo han sido sobre todo aquellas figuras que traían al mundo grandes innovaciones, como San Francisco de Asís, Santa Teresa de Jesús, San Juan Bosco".
"Ataques sistemáticos a la fama -escribía san Josemaría en Conversaciones-, denigración de la conducta intachable: esta crítica mordaz y punzante sufrió Jesucristo, y no es raro que algunos reserven el mismo sistema a los que, conscientes de sus lógicas y naturales miserias y errores personales, menudos e inevitables (...) desean seguir al Maestro”.
"¿De dónde nace esta apreciación injusta con los demás? Parece como si algunos tuvieran continuamente puestas unas anteojeras, que les alteran la vista. No estiman, por principio, que sea posible la rectitud o, al menos, la lucha constante por portarse bien. Reciben todo, como reza el antiguo adagio filosófico, según el recipiente: en su previa deformación. Para ellos, hasta lo más recto refleja -a pesar de todo- una postura torcida que, hipócritamente, adopta apariencia de verdad. `Cuando descubren claramente el bien´, escribe san Gregorio, `escudriñan para examinar si hay además algún mal oculto´( ...).
"No sería sincero si no os confesara que las anteriores consideraciones son algo más que un rápido espigueo de tratados de derecho y de moral. Se fundamentan en una experiencia que han vivido no pocos en. su propia carne; lo mismo que otros muchos han sido, con frecuencia y durante largos años, la diana de ejercicios de tiro y murmuraciones, de difamación, de calumnia".

Guardia en torno al convento
Han sido frecuentes también, a lo largo de los tiempos, las difamaciones de los santos e instituciones eclesiásticas, a través de panfletos, anónimos, etc. Los libelos calumniosos contra los dominicos que circularon por la Universidad de París, durante la época en la que santo Tomás de Aquino ejercía su docencia, son un ejemplo entre cientos.
Se debatía en la Universidad de París, cuando llegó a vivir santo Tomás, en el año 1252, una cuestión espinosa: los maestros seculares se sentían postergados dentro de la Universidad por los maestros regulares, es decir por los dominicos y los franciscanos, tras los que iban un gran número de alumnos por su gran preparación intelectual. Los dominicos, además, eran los únicos religiosos que regentaban dos cátedras, y se convirtieron pronto en la diana de todas las insidias.
En medio del fragor de la polémica, en la que tuvo que intervenir el propio Papa Inocencio IV para calmar los ánimos, los seculares "lanzan al mundo entero un libelo difamatorio, en donde acumulaban toda suerte de acusaciones contra los dominicos, verdaderos causantes, según ellos, de todo el malestar de la Universidad y hasta de la Cristiandad entera. Y, no contentos con eso, multiplican las intrigas, las difamaciones, las calumnias, de palabra y por escrito, no sólo entre los estudiantes, sino también entre el pueblo fiel" .
Siguieron nuevas intervenciones del Papa, nuevos alborotos y libelos, hasta que los enemigos de los dominicos "pasaron a los hechos. (...) Redoblaron sus esfuerzos para indisponer a todo el mundo contra los odiados dominicos y hacerles la vida imposible. Coaccionaban a los estudiantes para que no pudieran asistir a sus clases, irrumpían en ellas alborotando para que no pudieran tener lugar, apedreaban el convento de Santiago y lanzaban flechas contra sus ventanas. Los frailes no podían salir sin ser insultados, maltratados y atropellados. Las cosas llegaron a tal extremo que el Rey san Luis tuvo que poner una fuerte guardia permanente alrededor de su convento, para que los defendiese día y noche contra todo conato de asalto" .
Estos alborotos alcanzaron también a santo Tomás cuando predicaba el 6 de abril de 1259, domingo de Ramos, en la iglesia del convento de Santiago. Durante la homilía, un tal Guillot se levantó y empezó a leer en público uno de aquellos libelos, en los que se alternaban la prosa, el verso denigratorio y las canciones indecentes. Cuando Guillot acabó de leer su papel, el Santo continuó su prédica como si no hubiese pasado nada.

Una carta de san Francisco de Sales
San Francisco de Sales también tuvo que habérselas con los propagadores de libelos, como se refleja en su Epistolario:
"El ministro La Faye -dice el Santo- ha escrito un libro expresamente contra mí; no ahorra la calumnia. Pasa por alto la gran multitud de mis defectos, que son sin duda reprobables, y no me censura sino por los que no tengo, por gracia de Dios: de ambición, ocio ostensible, lujo en perros de caza y caballerizas, y locuras semejantes que no sólo están lejos de mi afición, sino que son incompatibles con la necesidad de mis quehaceres y la forma de vida que mi cargo me impone. Así bendigo a Dios que no sepa mis defectos, toda vez que no los quisiera curar sino con la maledicencia" .

Hasta el lecho de muerte
Los libelos tuvieron su apogeo en los siglos XIX y XX con el desarrollo de los medios de comunicación. Esos avances tecnológicos permitieron a los denigradores orquestar campañas de desprestigio antes inimaginadas, que han adquirido, en nuestros días un notable impacto sociológico.
San Antonio María Claret tuvo que sufrir varias de esas campañas de desprestigio. Sus enemigos provocaron una ola de difamación contra su persona en todo el país y propiciaron los catorce atentados que sufrió a lo largo de su existencia (¡!) .
Le persiguieron hasta el mismo lecho de muerte: en los últimos días de su vida se dijo que estaba en Fontfroide (Francia) reuniendo armas para los carlistas, y unos cuantos exaltados estuvieron a punto de secuestrarlo del lugar en el que se encontraba agonizante.

Desde "El Clamor Público"
También persiguieron desde la prensa a santa Micaela. Por si fueran, pocos los ataques que tuvo que sufrir por parte de parientes, alumnas y ex-alumnas, y gran número de sus contemporáneos, tuvo que enfrentarse además con la inquina de cierta Prensa madrileña.
Abrió el fuego contra ella El Observador, el día 1 de abril de 1851, con la publicación de un suelto en el que afirmaba, entre otras cosas, que la caritativa Vizcondesa consentía la convivencia entre el Capellán y las colegialas.
Era el fruto amargo de la intriga de un eclesiástico contra ella. Todo pareció quedarse ahí, pero al día siguiente, El Clamor Público publicó otro suelto bajo un título de doble sentido: Fraternidad. Pocos días después El Observador sacó a la luz un relato tendencioso que deformaba la historia de una madre que había dejado a sus hijas en el colegio y las había encontrado "convertidas en verdaderas beatas".
El relato incluía las acusaciones tópicas de falta de libertad y fanatismo religioso, y concluía denigrando a las religiosas porque "quedaron muy satisfechas en haber alcanzado un alma para el cielo a costa de las lágrimas y de la desesperación de la infeliz señora. Hemos oído que ésta piensa acudir a la autoridad competente para que desde luego proceda a sacar a su hija".
Al principio, la Santa se abstuvo de contestar: sus amigos procuraron detener la campaña. Cambió de parecer cuando los ataques provinieron de periódicos como La Esperanza, que defendía un ideario católico. Este periódico reproducía el 25 de mayo de 1853 un suelto aparecido en Novedades tres días antes, en el que se pedía que se trasladase a la sede del Colegio de la Santa la Casa nueva de la Maternidad, para utilizar un edificio que "si alguna utilidad reporta a la Beneficencia, era muy poca" .
La Santa decidió intervenir con todala resolución de su carácter. Pidió con energía una rectificación por parte del periódico, que se produjo días más tarde.
"Yo por mi parte nada sé -escribía la Santa al periódico, aludiendo al supuesto traslado de la sede del Colegio y creo que usted tampoco, porque me consta que en la Junta General nada se ha tratado de esto. Y por eso, la verdad -y permítame usted este desahogo-, he extrañado y sentido que haya usted dejado copiar en un periódico, tan magistral y acreditado como el suyo, esto... que podemos llamar una de tantas paparruchas como leemos con tanta frecuencia en algunos papeles públicos..."
Esas escaramuzas periodísticas fueron alimentando año tras año una leyenda negra en torno a su persona que tuvo una amplia resonancia popular. Se la llamó piedra de escándalo y se la difamó en tiendas, periódicos y fiestas; la calumniaron sus enemigos y hasta las señoras que la ayudaban materialmente.
Una de ellas, la Baronesa de Rocafort, propalaba por toda Barcelona que lo único que pretendía la Santa era quedarse con el dinero de las desamparadas. En las tertulias de Santander se murmuraba que la fundación era "sólo un pretexto para coger dinero".
¿Motivos?
Los motivos que impulsan a difamar suelen ser muy variados: envidia, rencor, despecho, frivolidad... Los parientes de santa Micaela parientes hablaban mal de ella porque no entendían que se hubiese desprendido de todos sus bienes de un modo tan radical; a algunas de las colegialas, de conducta poco recta durante su estancia en el Colegio, las movía el rencor; y si las expulsaban, utilizaban la calumnia para vengarse; las razones de las dueñas de las casas de prostitución se entienden más fácilmente: comola Santa siguiera recogiendo mujeres descarriadas -pensaba- se les hundía el negocio.
De estos ambientes fueron surgiendo -a tono con cada uno- infundios y patrañas. Quizá la mentira más baja y mezquina fue la que aseguraba que el Colegio de Atocha era una casa de lenocinio y que lo único que buscaba la Santa era comerciar con las jóvenes que recogía. "Lo mismo será la que pide -susurraban algunos- que las mujeres por quien pide".
Algunos de estos calumniadores se retractarían más tarde: pero como la calumnia es imparable, por muchos esfuerzos que hicieron luego por restituir la fama, fue dando frutos amargos por todas partes, y las maledicencias corrían de boca en boca, exageradas hasta el ridículo, caricaturizadas hasta el esperpento.
Se rumoreaba por todo Madrid que la Santa se entregaba a "criminales excesos" y que iba por las noches al baile,acompañada por un hombre. La audacia murmuradora llegaba incluso a describir el color de los vestidos ...
El apostolado peculiar de Micaela -cuenta su biógrafo- le atrae el odio, la maledicencia y la persecución con todos los agravantes consiguientes. No existe mejor señal de haber cumplido su deber".
Un anónimo le avisó a la Santa que un Mayordomo de Palacio se empeñaba en enturbiar sus cordiales relaciones con la Reina Isabel II. El escrito explicaba algunas de las causas de ese odio. "Estoy aterrada -decía el anónimo, escrito con gruesos caracteres- por el odio a la su casa de usted, el cual nace de que una chica, a quien él proponía perder, se ha refugiado en su casa de usted; ha tocado todos los medios de seducción para sacarla valiéndose de tercera persona y de mil medios infames que la chica ha rechazado, siendo una de las acogidas más ejemplares, rechazando todo."
La calumniaban sus acreedores; algunas de sus alumnas; sus antiguas amistades, y todo eso llegaba a las páginas de la prensa. Lo que más le dolía a la Santa es que algunos sacerdotes participaban en eso. En una ocasión, agobiada por las deudas, tuvo que pedir dinero a un sacerdote ejemplar y éste -comentaba la Santa- "¡dudó de mi probidad! ¡Y me llegó esta duda al alma!".
"Al salir de Madrid -le escribía al Obispo de Ávila el 7 de marzo de 1863- recibí una carta de Barcelona en la que me ponen de ropa de Pascua. Lo de ladrona ya perdió su color subido. Dice el amigo escritor que me la dirige -desconocido para mí-´que soy una fiera, tan malvada, perversa, que visto un traje que desdoro con mi hipocresía y mala vida. Que no soy monja, ni menos religiosa; que son víctimas de mis furias no sólo las monjas, sino las infelices colegialas a quienes -fiera carnívora- devoro su juventud. Y que tenga entendido que han determinado varios quitarme la vida en pago de mis maldades e infamias.
"Preciso tenía que ser -comenta con humor- de quitarme (algo) había de ser la vida, porque fortuna, no, cuando me eché a robar. Crédito y reputación ya los tengo perdidos. Con que con la vida arremeten... Con que el jueves salgo para el matadero llevando en mí la víctima... Al llegar a Zaragoza me hallo con dos cartas que son más penosas que la citada, y tanto, que, siendo de gente conocida, al leerlas me dio jaqueca en el acto.
"Si vivo, escribiré. Si muero, yo lo encomendaré a mi Padre que pagará con larga vida el poquito que me quitaren en Barcelona. Yo no dije nada en casa porque no tengan miedo las Hijas y no me quiten la vida, y tengan ellas pena, estando yo tan contenta."
En otra ocasión, una de las dueñas de las casas de prostitución arruinadas atentó contra su vida y estuvo a punto de ahogarla entre sus brazos. Se salvó porque la defendió el mismísimo Ministro de la Gobernación, don Cándido Nocedal, que estaba de visita en el colegio.
Santa Micaela sufrió, como el Padre Claret, varios atentados y numerosas intentonas de asesinato. En diversas ocasiones sus colegialas intentaron envenenarla. Muchos la intimaban "con navaja en mano", como recuerda Carlos Marforí. En algunos casos la Santa desveló milagrosamente las intenciones de sus enemigos. Su modo de actuar retrata la vitalidad y valentía de aquella mujer de talla espiritual y humana excepcional:
"Vamos a la capilla -le dijo a un agresor que escondía todavía el arma- y allí me dará usted la puñalada que tenía intención de darme, porque quiero que sea delante de Jesús Sacramentado".
En otros casos se enfrentó resuelta ante sus agresores, que ennumerosas ocasiones se arrepintieron de sus intenciones delante de ella.

Pocas fundadoras...
"Pocas Fundadoras canonizadas -se lee en la biografía de la Madre Sacramento- han padecido tantos atentados". El biógrafo no exagera. Se lee en los Procesos de su Causa de Canonización que "hombres que vivían en relaciones con dichas mujeres extraviadas la amenzaban y perseguían de muerte". No se excluían las mismas chicas recogidas, y en particular las antiguas amantes. "Querían asustarnos -comenta una testigo- arrojando cohetes y dirigiéndonos gravísimas amenazas y era muy frecuente que mancharan de inmundicias las puertas y las ventanas del edificio."
En diversas ocasiones, como en Valencia, la Santa tuvo que acudir al Inspector de Policía. En febrero de 1862, estuvo a punto de ser vapuleada en Barcelona por una mujer propietaria de tres casas públicas.
En todas esas ocasiones, relata el biógrafo, "la Madre Sacramento, siempre valientísima, da la cara a sus enemigos sin arredrarse ante los anónimos amenazadores". Y no eran amenazas vanas, ya que considera seriamente la posibilidad de morir en un atentado cuando se dirige a Barcelona.
Durante las fiestas de carnaval de 1860, en el acto conocido como "el entierro de la sardina", sacaron una máscara con su efigie vestida de negro, en la que se la caricaturizaba rezando un rosario confeccionado con pequeñas patatas. Detrás marchaba otra máscara que represantaba a san Antonio María Claret .
Pero santa Micaela no tenía que esperar a los carnavales para verse injuriada: en muchas ciudades, como le pasó en Zaragoza, cuando caminaba por la calle, se burlaban deella y la silbaban.
scribieron en su contra un panfleto “biográfico” cuyo título, estilo y extensión se deducen de esta carta de la Madre Sacramento, fechada en Burgos (23-VI-1863), a un bienhechor de Zaragoza, don Manuel Dronda, a quien seguramente habrían enviado previamente el panfleto denigratorio:
"Mis enemigos escriben manifiestos infames contra mí. El de las Flores está encarnizado... y no deja conocido ni desconocido sin sus siete pliegos de historia, donde sale su crucifijo de usted y le hacen testigo de una falsa historia".

 Anécdotas amañadas

San Josemaría sufrió también campañas denigratorias. "Fue perseguido -comentaba Antonio Rodilla-, acusado falsamente y calumniado en público (...). Había ferocidad y pertinacia en la persecución. No oí ni calumnias ni acusaciones contra su vida privada, pero sí respecto de sus actuaciones apostólicas, cuyos fines se consideraban aviesos, y acerca de su ortodoxia (...). Se amañaba una anécdota mezclando datos verdaderos y evidentes con otros inventados e irritantes.
”Producida la irritación, necesitaba ésta cebarse hasta la ceguera y corría como un incendio forestal no sólo entre resentidos, siempre hambrientos de morder, sino entre los más sensibles contra las injusticias, y malos con buenos sé unían contra el inocente calumniado: don Josemaría y su Obra eran una organización secreta, clandestina y herética".
Al igual que con santa Micaela, se publicaron en vida del Santo “biografías” caricaturescas y calumniosas contra su figura o sus escritos.
San Pedro Poveda y la Institución teresiana sufrieron una fuerte campaña de desprestigio durante los años previos a la guerra civil española. La virulencia de las acusaciones que se citan a continuación no hacen más que mostrar la eficacia del servicio a la Iglesia de la Institución fundada por el Santo: "Donde hay una maestra teresiana - se lee en Trabajo, el 3 de abril de 1935-, el ultramontanismo y la caverna tendrán sus más firmes archiveros y como desgraciadamente, esta clase de maestras abundan más de lo prudente -y muy especialmente en esta provincia-, no estaría de más que los creadores de la nueva escuela pusiesen los puntos sobre las íes y obligaran a estas obstusas y desgraciadas maestras a que limitaran sus actividades contrarias a la República."
Otro periódico, La Libertad, acusaba a las teresianas, el 22 de febrero de 1935, de querer disponer "del futuro de España". Desde el Ministerio de Instrucción Pública se las acusaba de ser un "foco de contagio que infeccionaba los nuevos aires republicanos"` y el periódico Revolución se preguntaba: "¿Por qué no se castiga a las teresianas, maestras nacionales, que a las niñas que no quieren enseñanza religiosa les dan un castigo severo? Sr. Alcalde, el pueblo democrático no está dispuesto a tolerar estas inquisiciones de que son objeto las niñas por estas maestras cavernícolas, representantes de Cristo. ¡Pueblo, despierta de tu letargo; tira la pereza y rebélate contra estas maestras aliadas a los sentimientos de Torquemada! Padres que tenéis hijas, a estas teresianas no hay quien las haga justicia, hay que aplicarles la ley de fugas".
Trabajo apostillaba: "Una de las mayores calamidades que pueden haberle caído a la República es ese crudo fanatismo que los Institutos Teresianos han imbuido a sus maestras".
En nuestros días esta retórica beligerante y flamígera puede parecernos ridícula, por el tono exaltado y el conjunto de falsedades. Pero artículos como éstos fueron el caldo de cultivo del clima antirreligioso que hizo que el 28 de julio de 1936, al comienzo de la guerra civil, muriera mártir, asesinado por el odio antirreligioso, san Pedro Poveda.
José Miguel Cejas, "Piedras de escándalo"

lunes, 22 de marzo de 2010

Evangelio según San Juan 8,12-20

Jesús les dirigió una vez más la palabra, diciendo: "Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida".
Los fariseos le dijeron: "Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale".
Jesús les respondió: "Aunque yo doy testimonio de mí, mi testimonio vale porque sé de dónde vine y a dónde voy; pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy.
Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie,
y si lo hago, mi juicio vale porque no soy yo solo el que juzga, sino yo y el Padre que me envió.
En la Ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido.
Yo doy testimonio de mí mismo, y también el Padre que me envió da testimonio de mí".
Ellos le preguntaron: "¿Dónde está tu Padre?". Jesús respondió: "Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre".
El pronunció estas palabras en la sala del Tesoro, cuando enseñaba en el Templo. Y nadie lo detuvo, porque aún no había llegado su hora.

El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra Lectura del santo evangelio según san Juan 8, 1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: - «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?» Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: - «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.» E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: - «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?» Ella contestó: - «Ninguno, Señor.» Jesús dijo: - «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»

¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? Lectura del santo evangelio según san Juan 7, 40-53

En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían: - «Éste es de verdad el profeta.» Otros decían: -«Éste es el Mesías.» Pero otros decían: - «¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?» Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima. Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: - «¿Por qué no lo habéis traído?» Los guardias respondieron: - «Jamás ha hablado nadie como ese hombre.» Los fariseos les replicaron; - «¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos.» Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: - «¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?» Ellos le replicaron: - «¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas.» Y se volvieron cada uno a su casa.

José hizo lo que le había mandado el ángel del Señor Lectura del santo evangelio según san Mateo 1, 16. 18-21. 24a

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: Maria, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: -«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.» Cuando José se despertó, hizo lo que le habla mandado el ángel del Señor.

Hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza Lectura del santo evangelio según san Juan 5, 31-47

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: - «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su semblante, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis. Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése si lo recibiréis. ¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no dais fe a sus escritos, ¿cómo daréis fe a mis palabras?»

Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere Lectura del santo evangelio según san Juan 5, 17-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: - «Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo.» Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no sólo abolía el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios. Jesús tomó la palabra y les dijo: - «Os lo aseguro: El Hijo no puede hacer por su cuenta nada que no vea hacer al Padre. Lo que hace éste, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que ésta, para vuestro asombro. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo el juicio de todos, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo envió. Os lo aseguro: Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no se le llamará a juicio,-,- porque ha pasado ya de la muerte a la vida. Os aseguro que llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán. Porque, igual que el Padre dispone de la vida, así ha dado también al Hijo el disponer de la vida. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre. No os sorprenda, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio. Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.»

domingo, 14 de marzo de 2010

Al momento aquel hombre quedó sano Lectura del santo evangelio según san Juan 5, 1-3. 5-16

En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Ésta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: - «¿Quieres quedar sano?» El enfermo le contestó: - «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado.» Jesús le dice: - «Levántate, toma tu camilla y echa a andar.» Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar. Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano: - «Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla.» Él les contestó: - «El que me ha curado es quien me ha dicho: Toma tu camilla y echa a andar.» Ellos le preguntaron: - «¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?» Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, aprovechando el barullo de aquel sitio, se había alejado. Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: - «Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor.» Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado. Por esto los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.

Anda, tu hijo está curado Lectura del santo evangelio según san Juan 4, 43-54

En aquel tiempo, salió Jesús de Samaria para Galilea. Jesús mismo había hecho esta afirmación: «Un profeta no es estimado en su propia patria.» Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo: - «Como no veáis signos y prodigios, no creéis.» El funcionario insiste: - «Señor, baja antes de que se muera mi niño.» Jesús le contesta: - «Anda, tu hijo está curado.» El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo estaba curado. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: - «Hoy a la una lo dejó la fiebre.» El padre cayó en la cuenta de que ésa era la hora cuando Jesús le había dicho: «Tu hijo está curado.» Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.

«Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido» Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: - «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo esta parábola: - «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavia estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mi nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."»